Los monjes budistas dicen que la mente es intempestiva, y que nos puede traicionar en cualquier momento si no aprendemos a dominarla. Y la verdad es que tienen razón.
Nuestros pensamientos son como leones, a los que la mayoría de la gente trata de domar sin mucho éxito, porque lo que hace es luchar contra ellos, en vez de dejarlos pasar.
El Dalai Lama aconseja que para tener una mente clara y sin pensamientos negativos, lo mejor es darse un tiempo todos los días para dedicarlo a la meditación.
La clave de la meditación es muy sencilla, solamente que requiere disciplina y constancia para que se pueda aquietar la mente. Dedícale 10 minutos al día a sentarte en un lugar relajado, como un sillón, en donde nadie te moleste, cerrar los ojos, y concentrarte en tu respiración. Trata de concentrarte única y exclusivamente en aspirar y respirar y no pensar en nada más. Si un pensamiento te asalta, no luches contra él, déjalo ser, déjalo pasar, déjalo ir.
Con el tiempo, te verás a ti mismo capaz de dominar tus pensamientos y volver a voluntad al estado de concentración sin tener que estar sentado ni con los ojos cerrados.
Practícalo.
Ahora te traemos una historia, a manera de fábula, sobre la naturaleza descontrolada de la mente, que te dejará la enseñanza de lo importante que es aprender a dominarla.
Se trataba de un hombre que llevaba muchas horas viajando a pie y estaba realmente cansado y sudoroso bajo el implacable sol de la India. Extenuado y sin poder dar un paso más, se echó a descansar bajo un frondoso árbol. El suelo estaba duro y el hombre pensó en lo agradable que sería disponer de una cama. Resulta que aquél era un árbol celestial de los que conceden los deseos de los pensamientos y los hacen realidad. Así es que al punto apareció una confortable cama.
El hombre se echó sobre ella y estaba disfrutando en el mullido lecho cuando pensó en lo placentero que resultaría que una joven le diera masaje en sus fatigadas piernas. Al momento apareció una bellísima joven que comenzó a procurarle un delicioso masaje. Bien descansado, sintió hambre y pensó en qué grato sería poder degustar una sabrosa y opípara comida. En el acto aparecieron ante él los más suculentos manjares. El hombre comió hasta saciarse y se sentía muy dichoso. De repente le asaltó un pensamiento: “!Mira que si ahora un tigre me atacase!” Apareció un tigre y lo devoró.
Moraleja
Cambiante y descontrolada es la naturaleza de la mente. Aplícate a conocerla y dominarla y disiparás para siempre el peor de los tigres: el que mora dentro de ella misma.